(...)
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.
Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.
No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.
(...)
Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.
No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.
En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.
Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.
Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.
(...)
A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.
- HERNÁNDEZ, Miguel
Tan sólo poder recordarte cada vez que lea estas duras y preciosas palabras. Tan sólo tenerte presente, porque no te has ido, no quiero que te vayas; no te merecías irte pero te arrancaron de esta tierra como quien arranca la hierba en el prado. Tan sólo tu nombre en la mente de todos nosotros, y tan sólo la esperanza de que, desde alguna parte, estés leyendo esto.
22 de Mayo de 2013.
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