sábado, 25 de mayo de 2013

Elegía, y ojalá poder elegir que no te fueras

(...)
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.

Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.

No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.

(...)

Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.

No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.

En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.

Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.

Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.

(...)

A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.

 - HERNÁNDEZ, Miguel

Tan sólo poder recordarte cada vez que lea estas duras y preciosas palabras. Tan sólo tenerte presente, porque no te has ido, no quiero que te vayas; no te merecías irte pero te arrancaron de esta tierra como quien arranca la hierba en el prado. Tan sólo tu nombre en la mente de todos nosotros, y tan sólo la esperanza de que, desde alguna parte, estés leyendo esto. 

22 de Mayo de 2013.


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