martes, 25 de noviembre de 2014

Como lo tienes tú

Vengo a irme; a decirte que me voy. Me voy, me voy lejos de esperarte. Me voy porque me hielo, porque no me ves. Me voy porque hace tiempo que te fuiste, y no vuelves, y tengo la garganta llena de dardos con forma de tu nombre, de tus gestos. Porque mi voz se ha borrado de gritarte. Porque he perdido el corazón buscándote. Me voy porque decidiste que yo era el problema y miraste para otro lado, mientras los pájaros muertos de mi cabeza me hacían retorcerme de agonía, y tú pensabas que yo estaba bien y yo te miraba, te veía desaparecer entre la gente y hacia ella, y no sólo la besabas sino que además hacías como que no pensabas en mí. Me voy porque quizás me merecía un poquito de daño, pero no me merezco toda esta tristeza. Me voy porque no te soporto; me voy porque no me soporto contigo en la cabeza. Me voy, y me voy habiendo sangrado todas nuestras noches. Me voy porque todo estaba bien menos yo; me voy porque te odio, y eso sí que no te lo perdono, porque yo también sé fingir y dejar ir a lo único que me ha desarmado sólo porque escuece. Como si no fuera a escocerte todo lo que te desnuda.
Me voy, antes de que te confunda con tu ausencia y ya sólo sepa quedarme.
Me voy porque tú nunca me lo vas a pedir, y porque necesito saber
que sé dejar de hacerme daño.

martes, 28 de octubre de 2014

Cómo ser un enamorado a las 7:03 de un miércoles

Tardas. Me miras con los ojos de un gato en su séptima vida, y te acercas prudente con miedo a caerte en mi precipicio. Te asomas despacio y sonríes, y yo sé que sólo lo haces para desarmarme pero aun así me desarmo, dejando cada uno de mis instrumentos de defensa en tus manos, quedándome indefenso e indomable ante tu grandeza. Me cantas un par de versos de no sé qué vals vienés, y cuando me quiero dar cuenta ya estoy enredado en tus nudos de marinera a la deriva. Has tardado, pero aquí estás. Mostrándote libre y dejándome imaginarte mía. Apenas parpadeo y ya cambias de faceta, revoloteando entre mis pliegues como una mariposa alérgica a la primavera, entregándote al devenir y jugando al despiste con mis ganas de cartografiarte. Retozas un poco más en mi desesperación de necesitarte, y entonces te levantas, multiplicando las curvas de tu cuerpo y haciéndolas aún más letales. Te alejas, arrastrando mi coraje a la altura de la suela de tus tacones. Y cuando quiero darme cuenta, te vas. Y yo no vuelvo a reponerme. 

miércoles, 24 de septiembre de 2014

XV

Me miraste a los ojos y me dijiste que la culpa era tuya por haberte enamorado de un semáforo en rojo. Parpadeaste todas las veces que se pueden parpadear en una vida, pero no mentías. Luego te fuiste dando un portazo que me sonó al acorde de si mayor séptima. Y mi octava maravilla de repente se había ido por la puerta. Aquella madrugada no lloré. Pero callé toda la semana de después. Y me puse muy melancólica mientras Bukowski hablaba en mi pantalla. Y leí poemas de amor. Seguidos. Uno detrás de otro, el número quince lo leí varias veces, cinco, seis, siete seguidas. El poema quince habla de echar de menos. Pero yo no sé echar de menos. Me he estudiado ocho mil instrucciones en verso para una correcta añoranza. Pero lo que yo tengo aquí sólo se parece. Y no me sirve. Y tú lo sabes.
Y hoy he decidido que el mejor epílogo para nuestra historia es el día que te fuiste. Tenías los ojos más negros que de costumbre, como dejándome entrever la tormenta que se me avecinaba cuando caminabas hacia mí como el toro que nunca has sido. Y ahí estaba yo, menos preparada para tu embestida de lo que lo habría estado cualquier atardecer entre tus dedos. Y le echaste los huevos que jamás tuviste para quererme. Y que yo jamás te pedí, porque al fin y al cabo aunque me dieras amor del cobarde, siempre fui yo la que peor bailaba de los dos. Y de ahí, de tu miedo y mi mierda, surgió la eterna deuda que tan mala pinta tenía, pero que ninguno de los dos quería saldar. Por eso jamás nos dimos lo que pedíamos. Para no dejar de necesitarnos.
Pero te cansaste de mis trueques, de cambiar tu romanticismo por mi rococó, de las veces que yo estaba saliendo de tu portal en vez de fumándome el cigarro de después en tu salón. Y decidiste deshacerte del David de Miguel Ángel que hice con la cera de todas nuestras noches en vela. Y cuando te vi desaparecer por una calle que no llevaba a mi casa, sonreí sabiendo que me pedirías que subiera en diez minutos a tu piso. Ahora sonrío de la misma forma sabiendo que no vas a volver. No he llorado ni una sola vez. No he pensado en ti. No te nombro.

Y tampoco levanto la cabeza cada vez que me roza tu olor en cualquier acera, para que nadie note que en el fondo, no he dejado de sentirte. 
Y que ya apenas nos recuerdo. 

domingo, 14 de septiembre de 2014

Domingo

Recógeme.
¿Tengo que estar rota o resquebrajarse vale?
¿Por qué todo el mundo habla del amor? Quiero decir, ¿existe?
No reniego, sólo es que no me fío.
Y quiero volver a la Tierra pero estas malditas alas salvajes me tienen todo el día volando por los aires.
Como cuando me estalla el corazón al mirarte a los ojos, y tú te apartas.
Y tú, tú, tú, todo el rato.
Pero tú, el fracaso que supones, duele porque es un fracaso más.
Otra vez.
Caerse y ver cómo se van.
Porque ellos tienen sus propios asuntos, claro.
Porque si yo me doy la vuelta ellos no me abrazarán por la espalda. Ellos sólo se irán.
Es lógico.
Soy ilógica.
¿Y cómo les explico que necesito unos dedos entre mis costillas?
Decirlo sería hacerlo realidad. Y hacerlo realidad sería admitirse vulnerable.
Y eso nunca.
¿No?
¿Merece la pena dejar que te hagan un poquito de daño si eso implica encontrar unas manos que asumirán cortarse con tus pedazos sólo para volver a construirte?
Por Dios, ¿puede alguien responderme?
Ah, claro. Están en sus asuntos.
Se sienten solos, inseguros.
Les rompen el corazón y lloran.
Eh, yo también quiero palabras que encierren lo que tengo yo. Aquí.
A lo mejor si las pronuncio esto se hace real.
Porque el no saber, de tan tóxico, digo yo que algún día será mortal,
Bueno, algo sí tengo claro.
Y es algo que vais a leer pocas veces, así,
Que no voy a escribir casi nunca,
Quiero sentirme débil ante un alma,
Quiero sentirme pequeña ante unos ojos.
No quiero ser siempre la fuerte.
Ser fuerte es útil.
Pero ser frágil es humano.
Y para sentir las cosas más maravillosas del mundo hay que ser frágil.
O eso me hacéis creer.
Frágiles y felices.

jueves, 28 de agosto de 2014

Color uva

Aquel chico de ojos verdes no sabía que era mi metáfora. Se acercó, Deba y yo estábamos sentadas riéndonos de la de mierda que llevaban las sonrisas de nuestro alrededor. Tenía algún rasgo gitano, no era guapo pero poseía una especie de carga eléctrica en la mirada. "Estaba ahí, con un amigo, y no he podido evitar... me has llamado mucho la atención y me encantaría conocerte". Su voz temblaba casi imperceptiblemente y yo le sonreía. Me parecía tan tierno, tan alejado de esos babosos y de esas miradas lascivas de arriba abajo, era tan educado, tan franco y tan valiente que lo menos que podía hacer era sonreírle. Nos preguntó torpemente de dónde éramos. A Deba y a mí, por desgracia, nos encantaba mentir. No conozco la razón por la que elegí Londres. Él dijo que en unos años iría allí a vivir. Deba y yo nos hablábamos con la mente, nos reíamos con los ojos. A las casualidades les encantan nuestros culos. "Lo malo es que hace mal tiempo", dijo. No me faltó, por supuesto, manifestar mi gusto por el "mal tiempo". Luego dijo que era mucho mejor que Madrid y Deba y yo volvimos a hablarnos con la mente. No hay nada mejor que Madrid, porque Madrid somos nosotras. Pocas palabras después, me dio su número. Yo, evidentemente, no lo apunté y dejé que se fuera para siempre.
Aquel chico de ojos verdes no sabía que era el amor. Y que aquella tarde yo comprendí perfectamente en el monumento al rey Alfonso XII de España cómo era mi mecanismo. Él llega, con ojos color renacimiento, y se sienta despacio a una distancia prudente. Yo le sonrío, le miento en lo banal pero le digo que mis ojos son grises y que me gusta la lluvia. Primero el bulo que me hace parecer impenetrable, y después dejo en el aire un poco de mí. Pero no deja de ser un desconocido. Y él me da herramientas para trepar por mi muro y llegar a sus nubes, pero yo dejo que se vaya para siempre.
Y mientras se aleja, la romántica encadenada de mis costillas me araña el pecho y me maldice, y yo sonrío, como responiéndome a mí misma, como entendiendo la eterna pregunta que compone el punto de fractura de un círculo vicioso que me hace querer ser amada y no dejarme serlo. Bajo ningún concepto.
Aquel chico de ojos verdes no me gustaba, pero nunca le di la oportunidad de conocerme. Nunca me di la oportunidad de conocerle. Y creo que en el fondo no lo hice, no por las miles de posibilidades que había de que él terminara siendo una conversación más, si no por la única que había de que no fuera así.

domingo, 24 de agosto de 2014

Ella seguramente esté bailando

si la veis ahogarse, es el cansancio,
y, tranquilos, no habla sola,
sólo murmulla alguna canción
sin nombre
sólo repasa
sus repasos
sus vueltas sin ida.

Si su pelo se alza, no es tempestad,
es que ella se mueve
creyéndose Tierra
haciéndonos creerla galaxia

y si suda no es fiebre,
es el calor de su sangre,
es que expulsa vida por los poros
como si la sobrara.

Como un universo en expansión
la veréis deslizarse por el suelo,
la veréis ocupar con sus movimientos
cada mísero centímetro de vuestras vidas

veréis en sus brazos
que se puede volar sin levantarse del suelo.

Y es que
si su tronco se retuerce no es agonía,
es sexo, equilibrio, poesía,
es la bestia que sólo muestra
cuando se esconde.

Quizás dejéis de reconocerla de repente,
cuando sus ojos cambien de armadura
y se mezcle con el aire
volviéndose digna
de la mismísima definición
de cuerpo.

Ella entonces será armonía,
será descontrol que provoca balance
así que, si veis que se mueve
frenética y dócil
valiente
al borde del precipicio
no temáis por su vida.

Porque ella, seguramente
sólo
esté bailando.

miércoles, 23 de julio de 2014

Y demás basura inútil (y preciosa)

Mierda. Ahora estás en todas partes, y eso es algo que jamás te perdonaré. Quiero decir, que en todas partes veo tus engranajes. Que ahora los pájaros vuelan con tus alas, y que cualquier carta, escrita o no, es ahora un siete de picas. Que ahora todo tiene truco, y tu mirada de niño está descompuesta en las estrellas. Que mi corazón bombea con la fuerza de las patadas que dabas en el suelo al reír. Y que cualquier guitarra es ahora tu risa.
Quiero decir que el agua se mueve como tú lo hacías, y que el viento tiene el tacto de tus manos-nieve. Que ahora me planto en frente del espejo y me miro a los ojos, esperando poder leerme la mente como lo hacías tú. Que ahora Russian Red es el color de tu pañuelo. Que ya ni el sol inunda mis rincones como tú lo hacías, que echo de menos hasta tu brusquedad, hasta cada facción machacada de tu cara. Que ningún cuento suena como los que tú contabas, que la mitología se ha vuelto aburrida sin ti y que sigo sin creer en Dios, pero ahora le tengo cariño. Que ningún equilibrio basta después de ver cómo tú los hacías, desequilibrando mi sentido de la gravedad, distorsionando mi concepto de ficción.
Quiero decir que ya no hay nada que calme mis ojos como mirarte. Que ningunos brazos me moldean el alma como solían hacerlo los tuyos, que los despertares ya no lo son porque no te espero. Que me rompiste los esquemas igual que rompías cualquier estereotipo formado hasta entonces, igual que rompías cualquier prejuicio y cualquier imposible. Que los políticos ya no valen, porque no defienden sus ideales como yo misma te oí defender los tuyos. Que me has hecho perderle un poco de miedo al tiempo, después de ver cómo veintiún años cabían en ese cuerpo (de) ágil. Y que ahora miro al cielo y me acojono.
Quiero decir que dónde estás. Que por qué te me clavaste tanto, por qué tenías que ser tú si ibas después a doler tanto. Y que entiendo ya de qué hablábais cuando decíais que a veces el escozor de echar de menos se calma con el recuerdo, de lo bonito que resulta.
Y no, no era de amor.
Era de magia.

jueves, 3 de julio de 2014

Semipoema de pseudoamor

No hace falta que te quedes ahí
a mirar cómo me duermo

porque la noche se ha vestido de adolescente
con todo el sexo y toda la imaginación del mundo
y toda la calma, también
y todo el trastorno 
y toda yo
hecha reflejo
necesitándote
inventándote 
reestructurándote 
entre los pliegues de mis sábanas

toda yo hecha reflejo
que se busca y te busca al mismo tiempo
como si de la misma cosa se tratara

viendo cómo las farolas iluminan éste
que está siendo el verano más frío de la historia
cómo lo calientan, cómo lo aíslan
del resto de la ciudad

porque no hace falta que te quedes ahí
a mirar 
cómo me duermo
pues ya me mira la calle
al otro lado del cristal,
ya me acaricia ella
como nadie jamás lo ha hecho
(no por falta de amor
sino por falta de caricias)
porque no hace falta que te quedes
porque sola yo
estoy bien

bien y fría
como el verano éste,
bien y sin ti
es decir
entera

y porque, aunque esté mejor si te vas
aún así no podría soportar que te quedaras
aquí
a ver cómo me duermo
si no puedes hacerte corpóreo
y hacer el sueño
realidad

domingo, 22 de junio de 2014

Como sabiamente diría Extremoduro

Vamos a ver, cómo haceros entender que me la suda. Me la suda si viajáis, vuestra ropa nueva, me la suda con quién estáis en este preciso instante, me la sudan vuestros gustos y vuestra trayectoria. Por qué me acribilláis con jodidas sugerencias banales, banales y falsas, por qué os empeñáis en hacerme partícipe de vuestras asquerosas vidas de plástico, por qué me invitáis si la última cosa para la que saldría de mi habitación es oír vuestras voces de mierda contándome historias-paja y preguntándome sobre mi vida como si os importara lo más mínimo. Como si os importara mi insomnio crónico, mis heridas en los dedos, mis granos en la frente o lo mal que toco la guitarra. Como si poseyérais un micrométrico interés en mis mañanas, en mis ojos grises que se revelan contra el sistema poniéndose rojos colocón, en lo mucho que odio el mundo antes de las dos de la tarde, en que mi cama siempre está deshecha y mi pelo se aleja extremadamente de cualquier intento de parecer bonito. Como si quisiérais realmente saber que vivo en una casa pero pertenezco a una familia a ratos, que me muero por gemir de placer entre las piernas de cualquier ojitos negros, que me pierdo por cualquier calle de Madrid centro como metáfora de mi vida entera, que no tengo cojones a huir o que me paso las horas tirada deseando realizarme como persona y sin ninguna intención de hacerlo. Como si de verdad os preocupara ignorar que miro al cielo por las noches como el pájaro entre rejas, que me queman estas cuatro jodidas paredes y que aún así no sé qué puedo hacer con mi vida para que deje de ser un manojo de sinsentidos enredados, que soy torpe, despistada, malhablada y mentirosa, que me sobran sueños y me falta dinero, que me preocupo aunque no lo parezca, que amo, que sé amar y cuando lo hago, lo hago con desesperación, como en esas películas de los años treinta. Que en el fondo sí quiero enamorarme, que no tenéis ni idea y que me desespera la cantidad de capas de mierda que le habéis puesto encima a la libertad.
Me alegro si ésto no es lo que esperábais leer, si os asusta mi dark side, así al menos estaré lejos de vuestras críticas de sabelotodos frustrados. Bienvenidos a lo que pasa cuando exasperáis a la princesa equivocada.

domingo, 11 de mayo de 2014

Una contradicción, por favor

Hablamos de la libertad que nos inventamos.
La verdadera libertad nos es arrebatada en el momento en que somos arrojados a este frío suelo sin apenas pedirnos permiso. A nuestros pequeños cuerpos de ácido les falta metal que corroer, somos dulcemente inexpertos incluso cuando decidimos dejar de sufrir entregándonos al universo. Y obviamente sí, hablo de morir, de morirnos. De desaparecer. Y no, no entiendo muy bien qué hace una niña de dieciséis años a las once de la noche de un domingo abriendo la ventana sólo porque abajo alguien está fumando marihuana y quiere oler un poco de verde, ya que joder, está rodeada de gris asfalto y miradas que ni siquiera tienen color.
Hablamos de la libertad que dibujamos con el negro del suelo de nuestras celdas.
De la libertad que nos inventamos porque no, no podemos vivir admitiendo que no somos libres. Antes morir que gritarle al espejo
NO ERES LIBRE
pero qué más da a estas alturas de la película, qué mas da. Mírales cómo caminan cabizbajos, cómo quieren creer saberlo todo, cómo se consumen.
La vida de quién, los recuerdos de quién, el camino hacia dónde y desde cuándo.

(sólo digo que la autodestrucción también es libre
mente
esclava)

martes, 6 de mayo de 2014

Carita de sur

Por si alguna vez me faltas
he guardado los amaneceres.
Los buenos días y los timbres de segunda hora.

Por si alguna vez me faltas,
he guardado también las pizzas de carne
y la culpa de después
(y de después de los silencios
que esa
abulta más)
he guardado los secretos,
los planes, los "no sé",
en resumen, la adolescencia.

Por si alguna vez me faltas
he guardado también las noches,
las fiestas,
las tardes de la nada,
el centro que nunca se acaba,
salir por la parte de atrás
de Plaza España.

Por si alguna vez me faltas,
he guardado palomitas
(y palomas
para que nunca se nos olvide volar)

Por si alguna vez me faltas
he guardado las matemáticas,
los bancos de todos los parques,
tu terraza
y mi piano.

Por si alguna vez me faltas
he guardado las canciones
porque las historias más bonitas
se cuentan con acordes
y eso tú lo sabes muy bien.

Por si alguna vez me faltas
he guardado todas nuestras lágrimas
en un frasquito
para no vaciarme
(ya sabes,
el vaso)

Por si alguna vez me faltas
he guardado tus apuntes,
y mi agenda
la he vaciado
para que quepas tú
y todo tu corazón.

Por si aluna vez me faltas
he guardado toda la atención
que ponemos en no perdernos
en no peinarnos
(y despeinarnos
bailando)

Y es que
por si alguna vez me faltas
sé que si alguna vez te falto
yo ya me habré faltado a mí.

Por eso
me guardaré
(descuida)
de que no me faltes
nunca.

domingo, 20 de abril de 2014

Abre la ventana

Estoy segura de que quiero darle forma a estos anocheceres de semitonos a medio hacer, pero se me acaban las ideas.
A veces me pregunto a dónde han ido todos los chorros de palabras que me hacían cerrar las compuertas hacia fuera por miedo a la riada. Quizás hayan decidido huirme, o quizás sea yo, que me he secado. 
El caso es que hace unas horas alguien muy lindo me pregunto cómo se es libre de alma. Yo había estado jugando con la libertad y los caminos, haciendo como que sé mucho de perderse y encontrarse. De repente él lanzó aquella inocente cuestión y yo sentí la necesidad de contestarme. Quizás no llegue a decir nada del todo, quizás y probablemente no tengo ni idea de cómo responderla, pero necesitaba sentir que aún hay huecos por donde rebuscar(me) aquí dentro. 
Cómo eres libre de alma. Cómo. Libre de alma.
Podría citar al cielo. A los pájaros, al invierno, a la lluvia, como siempre hago. Podría citar los libros y los poemas, los acordes, las noches, la sensatez, los años y a Benedetti. Pero no, no quiero, y además no tiene nada que ver. No quiero recursos que se me salgan de la piel, no quiero nombres ajenos, ni propios ni comunes, ni nombres, no quiero nombrar.
Creo que lo primero de todo es la soledad. En la libertad interviene un elemento fundamental de silencio y calma, y el alma compartida no existe por mucho que se empeñen. Las luces apagadas, los ojos cerrados y toda la concentración destruida en las mil trincheras que cavamos cada día en nombre de la rutina, el equilibrio, y mil cuentos chinos de esos que se les cuenta a las bestias antes de dormir.
La libertad vuela cuando hay conciencia, voluntad, y el viento sopla. Quiero decir, por supuesto que la mente ha de ser libre, pero en el momento en el que la atención se desvía y centra en el alma, la sensatez se vuelve prescindible. Se puede ser libre sin estar cuerdo. Y se puede ser feliz sin ser libre.
La libertad del alma puede empezar por la destrucción de la materia como manera de canalizar el cielo que todos llevamos dentro. La libertad del alma puede consistir en para de gritar, de correr, de escribir. En detenerse en el mismo cuerpo que nos encierra y deambular por él hasta el infinito. La libertad del alma puede construirse sobre los cimientos del entendimiento que nos rasga un poco cuando descubrimos que el alma es infinita, y libre. Que la tormenta no se reprime porque sea primavera, que las flores brotan en invierno y que podemos sonreír de tristeza. 
La libertad del alma se encierra en una noche de cualquier mes de cualquier año, y puede correr cuando un día de sol te miras al espejo, y entiendes que jamás podrás dominar las mil partículas de sueños, sangre y soledad que explotan en tu pecho. 
Cómo eres libre de alma. Muy fácil. Entendiendo que a la medianoche de un domingo puedes levantarte de la cama, mirarte al espejo, y resucitarte sin ayuda de otros dedos. 

jueves, 27 de marzo de 2014

Escuchen

Madrid,
a veces
se enciende
y entonces demuestra
que puede brillar más que el sol.
Madrid,
a veces se une
se coagula
se compacta
toda la pasión del mundo
en una calle.
Las muchachas se recogen el pelo
de colores
y llevan los labios pintados de rojo,
no pasión,
sí revolución.
A veces los hombres
miran al cielo
y se mueren de rabia
porque el cielo les muestra
todo lo que aún no han volado.
A veces
los pasos son firmes,
las voces altas
claras
rasgadas,
a veces se sonríe
ante una libertad
que puede.
A veces las calles se tiñen de sangre
los necios se tapan entonces los ojos
los cobardes tragan cuando la ven pasar
los ruines desprecian
y escupen
la sangre.
Pero, a veces
cuando el mar se desborda sobre una ciudad entera,
Madrid,
a veces
lucha.

lunes, 17 de marzo de 2014

Joder

Me cuesta llorar
por lo que más me importa.
No he llorado
ni una sola vez
por ti.
Cómo duele
que un extraño rompa
algo que era tan tuyo.
Cómo duele ver
cómo algo nuestro
se hace añicos
en
mis
narices
(se me han clavado
tus astillas
en los ojos)
Me rompiste
mirando sus labios.
Me rompió cómo
te colabas en su sonrisa pixelada.
Me rompí al ver
cómo nos ponías en sus manos.
Van a tener que morir muchas noches,
van a tener que sonar
muchas guitarras
voy a tener
que sangrar
muchos versos
para que ésto
deje
de doler.

viernes, 14 de marzo de 2014

Sábado

"La vida es un rocanrol desafinado", me decías mientras girabas tu espalda sobre mi colchón como un tornado de pólvora. Toda esa pólvora que jamás nos disparamos. Yo te miraba y te miraba, y cerraba los ojos para verte un poco mejor. Para mí la vida era un jazz triste, pero jamás te lo dije. Ordenabas tus palabras como si aquel orden estuviera presente en nuestras vidas, nuestras habitaciones. Luego afilabas mis dedos y los utilizabas para hacerte un poco de daño en el cielo del pecho, grabando allí a fuego las tres notas musicales de mi destrucción en tus costillas. Mi, fa, re. Retroalimentación triste, tristeza retroalimentada, un yo tristemente retroalimentado sin ti. Fui a pedirte que no te fueras, pero el aire es imposible de atrapar con las manos, y yo sería poco sin tu viento enredando mi garganta. "No te vayas" sonaba en mi cabeza, pero no dejaba de mirarte. Eras la obra de arte rota más bonita del mundo. Luego te ibas a viajar por mis caderas como si el mañana estuviera a nuestros pies. Siempre has tenido más morro que espalda, esa espalda con la que, como diría Escandar, tengo más deudas de las que nadie tendrá jamás con la luna. Y hablando de lunas, mira cómo me brillan los ojos cuando te escribo. Como si alguna vez fueras a leerlo, pequeña ilusa encerrada en mí, aún se piensa que volverás. Los veranos nunca vuelven, y eso es algo que aprendí el primer invierno que pasé sin ti. Qué frío hacías, joder, dónde estarás ahora. Hablando a los ángeles como solías hacerlo, supongo, perdiéndote en piernas suaves y pelos infinitos.
La vida es un tango suicida, cantabas a veces. Quién sabe, jamás supiste bailar pero tenías los pies empapados en la ruina de la pasión adolescente. Y también recuerdo que jamás escribiste un sólo verso de amor, una sola carta enamorada, una sola canción desesperada. Jamás escribiste en un lugar que no fuera mi costado. De vez en cuando me miro al espejo y veo tus letras torcidas, luego recuerdo tu sonrisa torcida y luego me retuerzo, cosa que por cierto me enseñaste a hacer tú. ¿Recuerdas cómo nos retorcíamos de tanta libertad estallando en nuestros poros? A la mierda la poesía, yo te tuve a ti y eso jamás lo podrá entender un poeta. Lo que digo es que me sigo acordando de ti cada vez que suena Extremoduro.
La vida es un blues agónico. A veces me despierto en mitad de la noche con tu aliento pegado a mi nuca. Ya ni me pregunto qué haces tan cerca de mí y en otra cama, ya ni siquiera te busco entre las sábanas, ya ni siquiera soy cuando el sol se -me- cae. En el fondo sé que volverás, como vuelven todos y cada uno de los pájaros que te hacían suspirar de envidia. "Vuélate conmigo", me pedías casi sin darte cuenta. Lo habría dejado todo si no tuviera este ala tan maltrecha. Te perdoné que volaras sin mí, con la única condición de que volvieras.
Todavía no has vuelto.
Pero sé que volverás.
Porque la vida es una canción en bucle entre nosotros.

viernes, 21 de febrero de 2014

Mi numen

Eras tú. Cuerpo pequeño, pálido, como habiendo sido desmenuzado y vuelto a pegar con pegamento. Ojos grandes y pequeños a la vez, marrones y transparentes, tuyos y de la cuidad. Una sonrisa escondida, difícil, como esas figuras que esconden otra figura dentro, la cual su percepción requiere saber mirar más allá. Yo me tuve que concentrar mucho para percibirte. Lo lindo, a parte de ti, es que ahora siento que merece la pena.
Alma de poeta y manos de revolución. Pasos ligeros, voz temblorosa y alma de felino malherido. Gestos lentos, pequeños, independientes, como si tú mismo hubieras sido sacado de cualquier otro mundo paralelo, perpendicular, perfecto.
Un cigarro atado entre los dedos, aliento de humo, labios curtidos en la suavidad de haber besado muchos cuerpos, de mujeres muy bellas, pero ninguna que lograra doblegarte. O al menos hacerte sentir menos grande, algo que a veces siempre se necesita.
Y todo lo que me queda por conocer de ti, me lo inventaré. Me inventaré que tienes un millón de cartas en blanco, una por cada invierno en el que esperarás que una voz de violín te diga "escríbeme". Me inventaré también que miras al cielo como el adolescente que mira a la vedette, que se te llena la cabeza de sueños cada vez que alzas la vista, y el corazón de piedras cada vez que miras hacia adelante. Me inventaré que aún anhelas que alguien recite a Pablo Neruda en tu oído, que alguien invoque a Allende entre tus piernas, que aparezcan unos ojos que sepan explotar en los tuyos. Me inventaré también que me estás esperando.
Te prometo dejar que me desnudes si antes consigues que el interior de mi piel se retuerza.

sábado, 1 de febrero de 2014

Y veintiuno

No quiero unos labios rojos
que sepan besar
como los actores de hollywood,
ni un torso de esos
que llevaría un escultor
si pudiera esculpirse a sí mismo.

No quiero una voz de saxofón,
ni siquiera de violín desafinado.

Tampoco quiero un poeta
de dedos imposibles
y pies cargados
de Madrid.

No quiero unas piernas
de cobarde,
ni una frente
con dos dedos.

No quiero unos dientes
que salgan a pasear por mí,
ni quiero un alma
que me de razones,
ni que ponga a sus razones
mi nombre.

Yo,
tan sólo quiero unos ojos
que se tiren a los míos
despacio y de cabeza,
y que puedan soportar
el caos
que tengo
en las pupilas.

lunes, 13 de enero de 2014

Qué bueno tenerte

Hace poco empecé a creer en las salvaciones. En que a veces alguien sí se atreve a entrar aquí a pesar de saber que tan sólo pisará escombros.
Entonces, cuando yo comencé a pensar que quizás si hay corazones capaces de prestar al tuyo la mitad de sus sístoles, apareciste tú. Tú y algo que siempre me ha gustado: la sencillez que esconde un alma inmensa. Tu sencillez, y tu alma inmensa. Jamás una sonrisa tan bonita había tenido la capacidad de hacerme creer que realmente todo puede ir bien. Todo va a ir bien mientras sigas acompañándome un poquito.
Apareciste tú como aparecen los primeros rayos de sol tras una noche de insomnio autodestructivo. Y te sentaste a mi lado sin decir nada, haciéndole el amor con tus dedos a seis cuerdas afinadas con la dulzura de la complicidad sin condiciones, y calmaste las heridas y el ardor de mis pupilas grises ceniza. Y me mirabas mientras tocabas el himno de nuestra preciosa tristeza, y yo sentí de repente que por alguna extraña razón, me entendías. Entendías que a veces es necesario encerrarse en tu propio santuario a inventarte con rocanrol y baladas de voces rasgadas como protagonistas. E igual que dos almas de formas radicalmente opuestas, te encajaste a mí y me enseñaste a ser libre a tu manera. A la que es nuestra manera. Y como un acorde nos lanzamos a luchar contra el silencio de los que no -nos- entienden. Y sólo espero esa pequeña lucha, nuestra pequeña lucha, siga sonando entre cuatro paredes de un piso de Legazpi. Porque, perla, desde que te conocí, fue la guerra.
Y si en mitad de la batalla ha de haber un alto al fuego por emergencia, que sea para terminar entre sonrisas y fugitivos boca a boca.
Por mil estrofas más.

Aviones a punto de salir,
pasiones de gitanos.
Pequeña sonrisa de Amélie,

me tienes calado. 

sábado, 11 de enero de 2014

Debería estar prohibido

Mi príncipe gris
(que no desteñido)
tiene el pelo enredado
por mis dudas.

No me lleva al cine
pero sí a jams de poesía
donde sale a leer
que pierde su culo
por el mío.

Mi príncipe gris
(que no desteñido)
se moja conmigo en los charcos
de las cagadas con olor a sexo.

Mi príncipe gris
(que no desteñido)
abusa de las epíforas
y de mi debilidad
por las paredes en blanco.

Escribe mientras duermo
y me mira al despertar
y se va por la mañana.

Mi príncipe gris
(que no desteñido)
tiene las manos manchadas
de la soledad
y heridas
de guerra
contra el vacío.

Mi príncipe gris
(que no desteñido)
me da hostias en el alma
para ver que al menos mis heridas
tienen -su- remedio.

Mi príncipe gris
(que no desteñido)
me da su espada
y su armadura y me dice
toma
lucha tú
que eres una princesa.

Me besa lento y sencillo
sin tornillos en la lengua
ni en la cabeza.

Mi príncipe gris
(que no desteñido)
me abandona y vuelve
a ver lo feliz que soy sin él,
y lo mucho que me gusta
serlo un poco menos
con su culo calentando mi cama.

Lleva hielo en la sangre
pero sangra
y se muere
y me pide una mirada
para resucitar.

Me príncipe gris
(que no desteñido)
se da a los excesos
de pensar
y de pensarme.

Mi príncipe gris
(que nunca azul)
folla de puta madre

en mi cabeza.

miércoles, 1 de enero de 2014

Por el camino de atrás

Salí a caminar un poco,
muy mal vestida, como ha de ser,
y olía a tierra mojada y a tiempo,
y a leña y a líneas casi rectas

y fui hacia las nubes
como el que regresa muy despacio a casa,
y hacía frío y yo miraba
esa tierra tan mía, tan de nadie
tan de todos y del alcalde
de las ruinas.

Y escuché ese silencio
cargado de atardeceres como aquel,
y de arrugas y madera y paja
y mil inviernos
y el río.

Y yo miraba alrededor buscando
una piedra donde sentarme
a descansar de tantas pasiones
y tantas luces encendidas.

Y mientras el sonido
de mis vastas botas sobre la arena
hacían  la banda sonora de
ese trocito de felicidad
yo pensaba en Val,
y en que quizás no
me gustarían tanto los inviernos
si la hubiera conocido antes.

Y de vez en cuando me paraba
sólo a escuchar el paso del tiempo,
y me mordía los labios y los dedos
y pensaba en verso.

Me acordé también de esa cara morena,
y de esa sarta de gilipolleces
que tanto me gustaba entonar,
como que no me enamoraría jamás
hasta el padre
de mis hijos,
y mientras pensaba en esa cara morena
me recordé
que tenía que mantenerlo,
mantenerme.

Luego miré al cielo y vi
trocitos de azul entre las nubes
y el sol me molestaba
y yo seguía el camino.

Y vi vacas y me acordé de Luci,
y dónde estará ahora Luci,
y qué putas son las vacas,
y luego la eché un poco de menos.

Entonces me subí
a un muro al lado del camino,
hecho con piedras desordenadas
que me recordaban a los recuerdos
en mi cabeza.

Y cerré los ojos y el silencio
era tan grande
que no cabían las canciones tristes.

Luego seguí andando
y me vino Fer a tocarme la guitarra
muy bien dentro,
y también le eché un poco de menos.

Y me paraba cada tres por Dios
porque claro, los mejores vinos,
hay que matarlos a sorbitos.

Miré el pueblo desde el camino,
confidente, manso,
diminutamente eterno,
y me acordé del escondite en la plaza,
donde aprendí a huir de la culpa,

y de cómo ahora
las noches en el bar de Agus,
y cervezas y calimocho,
y música ska,
y ese muchacho que nunca será mío,
y ese pelo rubio de ojos rojos marihuana
que se fue sin despedirse y con mi
corazón liado en sus porros,
y Keko,
y la fuck the system,
y el vecino,
ay si se enterara de que es el paisaje preferido
de mi ventana.

Me desvié del camino
y troté entre las piedras
porque estoy como una cabra
montesa,
y el dedo me sangraba de tanto pensar,
busqué entre las encinas
un hueco para esconderme de mí,
y morirme con el sol,
y volarme con las nubes.

Me tumbé en una roca
y silencio
y cerré los ojos
y el sol ya no me molestaba.

Entonces
por dos minutos
entendí todo ese rollo de la paz interior,
porque el alto al vuelo
de dos pájaros en guerra
se me reflejó en el pecho,
y de pronto no había nada por lo que preocuparse
y todo estaba bien,
y yo estaba muy lejos de casa
y sonreía,
porque dicen que el hogar está
donde tienes el corazón
y el mío se había deshecho
en ese cielo multicolor
con vestido de atardecer en Diciembre.

El dedo me seguía sangrando y yo pensaba,
pensaba todo el rato en versos
y me tuve que calmar porque
me escurrí en el musgo mojado
y casi me caigo
en la trampa de tener
no que ser
pero sí que parecer,

Y me volví al camino
del recuerdo con traje de olvido
y mi abuela tenía razón
¡qué mal está ese camino!

Y el sol se fue
disculpe las molestias
y yo tarareaba y
libertad
grabada
en las manos
y por qué sufrir por los errores,
que ya nos hacen daño ellos
como para hacérnoslo nosotros también.

Miré mi casa y pensé
en mi abuela que se queja pero está bien,
en mi abuelo que le entra la risa y se le saltan las lágrimas,
en las comidas castellanas de cuchara,
hechas con paciencia y recuerdos,
y te parto jamón, y queso
si me partes tú la rutina.

Me metí en la habitación verde y
saqué el cuaderno rojo,
que esto hay que celebrarlo
que ya sé
cómo se rompen las cadenas.
Escribí un 29 de Diciembre.