martes, 28 de octubre de 2014

Cómo ser un enamorado a las 7:03 de un miércoles

Tardas. Me miras con los ojos de un gato en su séptima vida, y te acercas prudente con miedo a caerte en mi precipicio. Te asomas despacio y sonríes, y yo sé que sólo lo haces para desarmarme pero aun así me desarmo, dejando cada uno de mis instrumentos de defensa en tus manos, quedándome indefenso e indomable ante tu grandeza. Me cantas un par de versos de no sé qué vals vienés, y cuando me quiero dar cuenta ya estoy enredado en tus nudos de marinera a la deriva. Has tardado, pero aquí estás. Mostrándote libre y dejándome imaginarte mía. Apenas parpadeo y ya cambias de faceta, revoloteando entre mis pliegues como una mariposa alérgica a la primavera, entregándote al devenir y jugando al despiste con mis ganas de cartografiarte. Retozas un poco más en mi desesperación de necesitarte, y entonces te levantas, multiplicando las curvas de tu cuerpo y haciéndolas aún más letales. Te alejas, arrastrando mi coraje a la altura de la suela de tus tacones. Y cuando quiero darme cuenta, te vas. Y yo no vuelvo a reponerme.