miércoles, 19 de agosto de 2015

Primavera

Yo llevaba un vestido de mariposas.
Muertas.
Tú llevabas el pájaro en mano
y ciento volando entre los dientes.
Al principio el silencio rompió el hielo
y nos mudamos al polo norte
desnudos
y ardiendo.
Me contaste cuentos de hadas
borrachas,
yo te conté historias
de putas con alas.
Nos miramos a los ojos
y nos cagamos de miedo.
Luego vinieron las prisas
los "de dónde has salido
y por qué te dejé entrar",
los "sólo sé bailar
si lo hago sobre el alambre".
Se nos acabaron las excusas
demasiado pronto quizá.
Te sujeté entre las manos
y te dejé caer en mi mundo
haciendo que pareciera un accidente.
Desarmados y sin ropa
afilamos las uñas y nos las clavamos a la vez
en los pulmones.
Y así,
con insuficiencia respiratoria por falta de respirarnos,
nos pusimos a bailar con el amor.
Con un amor agujereado y lleno
llenísimo
de cadenas.
Nos hicimos sangre en las ganas,
nos cogimos de los pies
y nos pusimos guapos
para tirarnos al precipicio.
Y, ¿sabes qué?
No me arrepiento de nada.
No me arrepiento de los arañazos
ni de los versos, aunque
al fin y al cabo
son lo mismo.
No me arrepiento de las alturas,
de romperme las costillas en el salto al vacío que implica tu risa,
ni siquiera me arrepiento de las balas.
Sobre todo
no me arrepiento de las balas.
Porque, aunque cagados de miedo,
nos disparamos mirándonos a los ojos
con más saliva que munición
y la recámara llena de flores.
Muertas.
No me arrepiento del polvo
(ni de los que echamos
de del que se nos acumuló después en las pupilas).
Tampoco me arrepiento de la huida.
Porque eché a correr
para que la lluvia que cae desde los nubarrones que llevo como sombrero
no te salpicara a ti.
A ti, que te mereces sol y suerte
y no todas las ruinas que conllevo.
Eché a correr porque tus ojos.
Eché a correr porque en el fondo
creo que me enamoré
del miedo que me provocas.

domingo, 16 de agosto de 2015

Y no puedo callarme

Veo veo. Una humanidad que se desgasta creyendo que avanza. Veo miradas atadas al televisor. Peor; veo mentes atadas al televisor. Veo Gaza reducida a escombros y oigo el llanto de los bebés que nacen con la ametralladora bajo el brazo. Veo anuncios que nos muestran niños negros moribundos, y justo después publicidad de bancos y tintes del pelo. Veo naufragar a Europa, a Estados Unidos hincharse de orgullo. Veo a los de arriba escupir hacia abajo, a los del medio mirar para otro lado y a los de abajo clavar la mirada en la tierra que labran con el sudor de su impotencia. Veo veo. Egoísmo. Una ignorancia podrida que se convierte en sumisión. Veo culturas echándose la culpa de en vez de enseñándose a. Veo prejuicios amontonados en las puertas de las casas, como la basura se amontona en los bordes de los contenedores. Veo corazas de miedo callado, pestillos echados, cerrojos en las mentes y corazones negruzcos por la contaminación de la avaricia. Veo buitres negros jactándose de su propia cobardía, alimentándose de la memoria de los que murieron siendo mirlos. Veo desaliento, y ganas de cambiar el mundo agonizando en el pecho de adolescentes consumidos por las restricciones de adultos autómatas y normas absurdas. Veo veo. Ideologías mutilando a ideales. Países levantando en sus fronteras alambradas de cristales rotos, protegiéndose de seres humanos como si éstos fueran bestias chupasangre. No vaya a ser que se desgaste su soberbia. Porque qué más da el humanismo si está en juego la economía. Veo sueños desangrándose en las alcantarillas y a la hipocresía caminando por las aceras con traje y corbata. Veo miseria maquillada con purpurina, veo que ya hasta violar a la justicia vale porque el fin ha pasado a justificar unos medios injustificables. Veo niñas que sólo aspiran a ser madres, hombres que sólo aspiran a ser dueños. Veo naranjas que, enfermas de romántica anorexia, se piensan que son sólo una mitad, y se desgastan buscando un amor que son cadenas. Veo unos cánones que más que de belleza son de asfixia, unas normas insolentes que determinan el tipo de ropa que has de lucir en función de la mentira que quieras contar, la cantidad de ésta que has de llevar en función de la dignidad que quieras aparentar merecer, y el significado de cada gesto que haces. Veo fobia a la igualdad, pánico a levantar el vuelo, horror en los ojos de los que nunca han entendido que lo diferente sólo es eso; diferente.
Veo veo. Cada vez las mentiras más nítidas, gracias a la luz que desprende la libertad brillando por su ausencia.