martes, 25 de noviembre de 2014

Como lo tienes tú

Vengo a irme; a decirte que me voy. Me voy, me voy lejos de esperarte. Me voy porque me hielo, porque no me ves. Me voy porque hace tiempo que te fuiste, y no vuelves, y tengo la garganta llena de dardos con forma de tu nombre, de tus gestos. Porque mi voz se ha borrado de gritarte. Porque he perdido el corazón buscándote. Me voy porque decidiste que yo era el problema y miraste para otro lado, mientras los pájaros muertos de mi cabeza me hacían retorcerme de agonía, y tú pensabas que yo estaba bien y yo te miraba, te veía desaparecer entre la gente y hacia ella, y no sólo la besabas sino que además hacías como que no pensabas en mí. Me voy porque quizás me merecía un poquito de daño, pero no me merezco toda esta tristeza. Me voy porque no te soporto; me voy porque no me soporto contigo en la cabeza. Me voy, y me voy habiendo sangrado todas nuestras noches. Me voy porque todo estaba bien menos yo; me voy porque te odio, y eso sí que no te lo perdono, porque yo también sé fingir y dejar ir a lo único que me ha desarmado sólo porque escuece. Como si no fuera a escocerte todo lo que te desnuda.
Me voy, antes de que te confunda con tu ausencia y ya sólo sepa quedarme.
Me voy porque tú nunca me lo vas a pedir, y porque necesito saber
que sé dejar de hacerme daño.