sábado, 15 de junio de 2013

I'll stop the whole world

Rabia. Últimamente todo se resume en rabia. Parecía que estaba desapareciendo y algo de sol brillaba en una esquina, pero igual que el agua que se evapora vuelve a caer, la rabia, siempre vuelve.
Mirarse al espejo y ver un monstruo. Un monstruo que sólo sabe hacer daño, a todo lo que le rodea, y a él mismo. Un monstruo lleno de fantasmas y de heridas horribles y abiertas que hacen que se estremezca de dolor a cada paso que da. Un monstruo que no para de caerse, que vive prácticamente sumido en el fango y en los recuerdos de un pasado de niebla. Un monstruo débil. Ante todo, débil, y marchito.
E igual que en las películas de terror, la gente huye despavorida al ver a este monstruo espantoso y tremendo, aunque él se acerque con la mera intención de sentir algo de cariño. Ellos siempre le verán como una fiera horrenda y dañina.
Pero lo que nadie sabe, es que ese monstruo ansía la libertad de unas cadenas que él mismo se ha forjado. El monstruo sólo desea amar, y ser amado, sólo desea sentir calor y experimentar esa felicidad tan mentada por la gente y que tan dulce dicen que es.

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