martes, 25 de junio de 2013

Delirio coloquial

No innoves.
No te salgas del camino.
No pienses.
No seas diferente.
Confórmate.
Obedece.
Calla.
Dejando de lado el tópico de “la sociedad es una mierda”; la sociedad, es una mierda. Hay ciertos cánones –horribles, por cierto– en los que el principal fin, es aparentar. La gente no te mira a los ojos cuando os cruzáis por la calle, la gente te mira los pantalones, y el pelo, y las zapatillas. La gente te juzga en función de esos cánones, y te desprecia en función de cuán desviado estés de esos modelos. Oh, y no lo dudes, no se molestan en conocerte ni lo más mínimo. Simplemente fruncen el ceño y hacen un gesto amargo, quizás acompañado de un chistido.
Hoy en día no habla el corazón de una persona, ni su mente. Habla su forma de vestir, quizás de pensar, o las chapas que lleve en su chaqueta. Habla su cartera y los colores de sus billetes, habla el barrio en el que vive y el sitio en el que trabaja. Pero nunca habla su voz y sus palabras, nunca hablan sus principios y sus fundamentos. Esos aquí no tienen cabida.
Y entonces llega en momento en el que creces, y sales al mundo real, y si tu personalidad excede los márgenes de esos cánones, recibes balazos por cada rincón de tu cuerpo. Y llega mi pregunta; ¿debo dejar de lado mi verdadera personalidad y ceñirme a los cánones para ser una más y evitar que me hagan daño, o debo seguir manteniendo mis principios y mis creencias a raya a pesar de los constantes ataques?
¿Sabéis? No me gusta ser diferente, y no encajar. Pero tampoco me agrada la falsedad en la que se fundamente la sociedad en la que vivo.

Quizás si todos fuéramos como nos diera la gana ser, seríamos todos iguales. 

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