viernes, 14 de marzo de 2014

Sábado

"La vida es un rocanrol desafinado", me decías mientras girabas tu espalda sobre mi colchón como un tornado de pólvora. Toda esa pólvora que jamás nos disparamos. Yo te miraba y te miraba, y cerraba los ojos para verte un poco mejor. Para mí la vida era un jazz triste, pero jamás te lo dije. Ordenabas tus palabras como si aquel orden estuviera presente en nuestras vidas, nuestras habitaciones. Luego afilabas mis dedos y los utilizabas para hacerte un poco de daño en el cielo del pecho, grabando allí a fuego las tres notas musicales de mi destrucción en tus costillas. Mi, fa, re. Retroalimentación triste, tristeza retroalimentada, un yo tristemente retroalimentado sin ti. Fui a pedirte que no te fueras, pero el aire es imposible de atrapar con las manos, y yo sería poco sin tu viento enredando mi garganta. "No te vayas" sonaba en mi cabeza, pero no dejaba de mirarte. Eras la obra de arte rota más bonita del mundo. Luego te ibas a viajar por mis caderas como si el mañana estuviera a nuestros pies. Siempre has tenido más morro que espalda, esa espalda con la que, como diría Escandar, tengo más deudas de las que nadie tendrá jamás con la luna. Y hablando de lunas, mira cómo me brillan los ojos cuando te escribo. Como si alguna vez fueras a leerlo, pequeña ilusa encerrada en mí, aún se piensa que volverás. Los veranos nunca vuelven, y eso es algo que aprendí el primer invierno que pasé sin ti. Qué frío hacías, joder, dónde estarás ahora. Hablando a los ángeles como solías hacerlo, supongo, perdiéndote en piernas suaves y pelos infinitos.
La vida es un tango suicida, cantabas a veces. Quién sabe, jamás supiste bailar pero tenías los pies empapados en la ruina de la pasión adolescente. Y también recuerdo que jamás escribiste un sólo verso de amor, una sola carta enamorada, una sola canción desesperada. Jamás escribiste en un lugar que no fuera mi costado. De vez en cuando me miro al espejo y veo tus letras torcidas, luego recuerdo tu sonrisa torcida y luego me retuerzo, cosa que por cierto me enseñaste a hacer tú. ¿Recuerdas cómo nos retorcíamos de tanta libertad estallando en nuestros poros? A la mierda la poesía, yo te tuve a ti y eso jamás lo podrá entender un poeta. Lo que digo es que me sigo acordando de ti cada vez que suena Extremoduro.
La vida es un blues agónico. A veces me despierto en mitad de la noche con tu aliento pegado a mi nuca. Ya ni me pregunto qué haces tan cerca de mí y en otra cama, ya ni siquiera te busco entre las sábanas, ya ni siquiera soy cuando el sol se -me- cae. En el fondo sé que volverás, como vuelven todos y cada uno de los pájaros que te hacían suspirar de envidia. "Vuélate conmigo", me pedías casi sin darte cuenta. Lo habría dejado todo si no tuviera este ala tan maltrecha. Te perdoné que volaras sin mí, con la única condición de que volvieras.
Todavía no has vuelto.
Pero sé que volverás.
Porque la vida es una canción en bucle entre nosotros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario